lunes, 13 de diciembre de 2010

Estado de emergencia


Temprano, muy temprano y frío, muy frío. Así despierto la mañana del ya famoso sábado.

Tardo entre poco y nada en prepararme y salir. Aunque mis ojos pesan hoy, mis piernas no dudan en soportar cualquier peso que se les eche encima. Llevo dos semanas fuera de casa y otras pocas más sin verte y por fin, en unas horas, todo esto estará solucionado.

El primero ha salido bien. Respiro profundo y aliviado. Salvo algún problemilla con uno de los muchos gigantes rubios que pueblan este país por el coche de alquiler (como siempre que vengo aquí), la mañana sigue el curso esperado. Nunca había estado en Zurich y me apetecía explorar un nuevo pedazo de mundo. Pronto todo cambió, y mis ganas de ver aquello se perdieron tras unos pocos metros recorridos a gran velocidad.

Letras rojas, muchas letras rojas y todas apuntando a un mismo destino… No quería esperar lo esperado ni pensar en lo que desde el principio me pasaba por la cabeza pero el egoísmo humano, la soberbia y la falta de escrúpulos golpearon a mi sentido común hasta hacerlo despertar de forma brusca.

¡Otra puta vez! ¿Porque siempre me pasan las cosas cuando más ganas tengo de verte? Recorro el aeropuerto en busca de información. Pregunto a gente que ni conozco y nadie sabe nada. Quemo el teléfono a llamadas al mismo ritmo que mi esperanza se va convirtiendo en cenizas…

Después de una batalla contra otros muchos inocentes consigo un papel donde va impresa la esperanza de verte, aunque sea, un día más tarde. Me repito que podría ser peor, que mire a mi alrededor y vea la desesperación de aquellos que no han conseguido aún nada, pero no puedo pensar sinó en que podría ser mejor, en que debería ser mejor!

En este hotel rodeado de nieve que lo cubre todo pienso en ti en cada instante, pienso en tu sonrisa y en tus ojos y pienso en las ganas enormes que tengo de darte un beso. Pienso en mañana y en olvidar esto y me repito para intentar consolarme que cada cosa que pasa tiene un sentido y que tarde o temprano, al final, el tiempo pone todo en su sitio…

¡Hasta mañana mi niña!